El que haya tenido que presenciar una corrida de toros, habrá observado que los palos de las banderillas ocasionan ciertas incomodidades a los matadores: les golpean en el pecho y, a veces, en la cara. Por ello leímos en cierta ocasión la propuesta de un aficionado, sugiriendo el fabricar las banderillas de forma que los palos cayesen al suelo una vez que la parte metálica se hubiera clavado en la carne del animal. Eso demuestra que dicho aficionado, al igual que otros muchos, no tienen ni idea de como "funcionan" las banderillas.
El pincho de acero, por sí mismo, representa poco "castigo" para el toro. Sus 60 milímetros de largo (80 en las banderillas negras) provocan un dolor fuerte e inmediato, pero breve. Si no entra por el mismo boquete producido por un puyazo anterior, no puede alcanzar ningún órgano vital. Pero su primer refinamiento está precisamente en el palo: una vez que el hierro ha entrado en el músculo, cualquier movimiento del toro se traduce en una oscilación del palo, oscilación que éste (el palo) transmite como un brazo de palanca al hierro. Así, el hierro no deja de hurgar, cortar y herir por dentro, provocando lo que debe ser un continuo tormento: Para que la banderilla no se desprenda de una herida cada vez más amplia, en su punta lleva un arpón de 16 milímetros de ancho (20 en las negras) similar en las formas a los anzuelos de pescar. Este arpón se engarfia de tal manera en la carne, que, para quitarlo, los banderilleros tienen que auxiliarse con frecuencia de alicates.Estamos por lo tanto ante otro instrumento muy refinado, que cumple su trabajo de una manera oculta y silenciosa, pero con total eficacia.
lunes, 29 de diciembre de 2008
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